martes, 19 de febrero de 2013

La ceniza en la frente


A Susana García, quien cree por encima de todo y de todos.

Uno es consciente de que la fiesta del miércoles de ceniza es ya una anécdota más del calendario de este infame 2013. De este año en el que más de uno, nada más comenzar, te deseaba feliz 2014, a la vista de que nacía muerto.

Sin embargo, no consigo quitarme de la cabeza una expresión que escuché el otro día a un iracundo Fernando Rey en “Tristana”, de Luis Buñuel, cuando le dice a su sobrina que “a mí nadie me pone la ceniza en la frente”. Menuda frase. Se puede entender desde muchos puntos de vista, pero el que más me atrae es el de aquél o aquellos que no han bajado la cerviz, o el testuz, según se tercie, ni ante la adversidad, ni ante los demás, o ambos a la vez. Y eso es lo que me preocupa, que ante lo que nos rodea, bajemos la frente y permitamos que algo o alguien nos tizne la frente de la ceniza que implique nuestro final. El final de una aventura que comenzó hace casi 25 años de la mano de una persona rebosante de entusiasmo, pero carente de medios, hasta hacer crecer un proyecto rozando el infinito, cuando un balonazo desde un punto de yeso y un grupo de foráneos que gritaban “guóool” nos bajó del cielo iniciando una cuesta debajo a la que se le ve un final sombrío, desasosegante y hasta macabro en manos de aquellos que más hicieron porque nunca la nave llegara a buen puerto.

Hoy, parapetado entre la maravillosa y excepcional Chusma Blanquiazul, contemplo ese posible final con una mezcla de espanto y resignación a la vez, con la misma sensación que contemplé entre bambalinas y en el salón de actos de aquél colegio, aquella refundación en manos de un grupo de gente liderado por alguien a quien los acontecimientos y el tiempo pasado parecen haber superado. Y no es plato de gusto ver cómo todo puede irse al garete.

Pero hay que seguir luchando. Luchando hasta el final, como aquél Indalecio Prieto, que a pesar de no creer en la victoria de la República en una atroz guerra [in]civil hizo lo que pudo (y más) para ganarla. Hoy más que nunca, el concepto de fe (creer en lo que no se ve, en todo lo visible y lo invisible) está a la orden del día, y así debe ser para que, cuando la hoja del calendario marque el vigésimo quinto aniversario del inicio de esta epopeya, no finalice con la vuelta de nuestra ficha a la casilla de salida.

Ojalá que todo esto sea un mal sueño, una atroz pesadilla de la que despertemos, tarde o temprano, con el profundo alivio de quien se ha caído al hoyo, pero al final ha frenado la caída contra el duro suelo del fondo. Que no nos pongan la ceniza en la frente. Amén.



 

No hay comentarios: