domingo, 24 de febrero de 2013

Las tijeras del pescado


Cada vez que el Madrid se asoma por Riazor, a todo aficionado, socio o simpatizante blanquiazul se le activa ese reflejo digno del mejor Pavlov,  que es morder a todo aquello que tenga por color exclusivo el blanco. El caso era hoy morder más por necesidad que por vicio a un rival que venía con la mente puesta en otras metas y objetivos más que en lo que hoy se traía entre manos. Un Madrid blandito, poquita cosa, jugando al tran-tran, con parsimonia, dejando que el tiempo resolviera sus problemas, en claro modo Rajoy-ON.

El blanco Satán, más que satén, tenía enfrente a un Depor de estreno en la grada y en el área técnica, con nuevo speaker (Naya, NUNCA te olvidaremos), que por sus modos y formas me da que es el becario tuitero en ese nuevo tipo de empleo que es el pluriempleo concursal; y a un Fernando Vázquez en el banquillo sobre el que todas la  miradas se posaban en una mezcla que va desde la sospecha, pasando por el escepticismo y terminando por la fe ciega hacia el nuevo converso. Un Depor que salió enchufado desde el primer minuto sin aparentemente caer en la trampa saducea de jugarle al Madrí un partido de tú a tú o retándole físicamente, recetas más que válidas para un suicidio futbolístico. Con un Silvio que se estrella contra Aranzubía y que tiene que ser sustituido por Álex Bergantiños (se rumorea que lo próximo que tenga que hacer el rubio es ser speaker), con un Riki enorme que pone a la grada patas abajo con un golazo digno de noche de Champions, pero que junto con el resto del equipo intenta matar el partido fallando lo indecible, como quien intenta matar un elefante con las tijeras del pescado, cuando todos sabemos (y si no se lo preguntamos a JuanCar), que hace falta un rifle de buen calibre para tal menester.

Se fue el toro blanco vivo al corral del descanso, con los morlacos titulares en el banquillo y el Ganadero Portugués pergeñando ganar el envite mediante un cambio tipo NBA (de tres en tres), y sacando al campo a Khedira, al Innombrable y a ese gran aportador de visión de juego que es Özil ( O_O ). Es entonces cuando el Depor echa mano de la nostalgia resucitando los autobuses del Castromil línea Castrofeito-Santiago-Coruña, echándose atrás a defender un resultado exiguo y regalándole la pelota a un Madrid que por momentos abandonaba su pereza para, primero un resucitado Kaká por enésima vez, y por último, un ineficaz e inexistente Higuaín, tiraran por la borda un partido que el Depor debió haber ganado sí o sí, con un Depor que entre medias de ambos goles intentaba vencer a la adversidad a pesar de la disfunción eréctil que afecta a los asistentes en Riazor con la dichosa bandera, que sube y baja en el momento más inoportuno, y sumado al hecho de que cada vez más gente contribuye a que Nelson Oliveira se esfuerce más a costa de aumentar la popularidad de su progenitora, como la del árbitro Álvarez Izquierdo, que consiguió con su estulticia, indiferencia e ineficacia,  desquiciar a los ausentes y presentes en Riazor.

Y para sonoro colofón, una grada que en los compases finales sacó nuevo grito de guerra, un “sí se puede”, que esperemos que sea más una realidad que el deseo de una afición no sólo falta del cariño en forma de triunfo de los que hoy deambulan por el campo, sino también falta de un futuro a secas. Veremos cuál será ese futuro.

 

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