Para los que hayáis estudiado Historia (o estéis en ello), probalemente hayáis oído hablar de La Noche Triste. Este episodio histórico narra la expulsión por parte de los aztecas de Hernán Cortés y sus soldados de la ciudad de Tenochitlán (hoy México, D.F.). Pero en la Historia del Depor hay otra Noche Triste, de la que este catorce de mayo se cumplen quince años: la noche del penalty de Djukic, la noche en la que una Liga se nos fué en el último suspiro, en el último minuto, con nocturnidad, premeditación y la alevosía de un guardameta del equipo contrario, del que hoy felizmente, se ignora nombre y su paradero.
Fué aquella temporada (1993-94) la de la constatación de que el SuperDepor era una realidad, que la temporada anterior no había sido ni un sueño, ni una casualidad, ni una conjunción astral favorable, que los que llevábamos la tira tragando quina y caldo de hueso en segunda mirábamos incrédulos al campo viendo las evoluciones de los Mauro, Bebeto y compañía y de reojo un marcador todavía de cartón con el tanteo siempre a nuestro favor. Una temporada en la que nunca tantos folios ni tantos mostradores y repisas de bar se pintaron, no haciendo las cuentas del "que me diga que le debo", sino de con cuántos puntos podíamos ser campeones y hacer una pedorreta cósmica al siempre genial pero a la vez odioso Johann Cruyff y a su equipo, el Barcelona, con sus comentarios corrosivos y su sempiterna presión y su chupa-chups consuelo de un vicio a la nicotina que casi le lleva al otro barrio.
En aquella temporada muchos aprendimos que tan peligrosa es la crónica depresión en la que llevábamos décadas sumidos con mediocres temporadas, mediocres equipos, mediocres jugadores (y lo que es peor, Mediocres Presidentes), como la euforia a la que todos nos invadió cuando veíamos pasar los días, las jornadas y los meses sin tener que coger la clasificación al revés para ver al Depor líder una y otra vez. Esa euforia nos llevó a celebrar lo no conseguido antes de tiempo, a pesar de los avisos casi a voz en grito del Maestro Arsenio, a quien la úlcera del alma se le hacía cada vez más grande avisándonos del peligro de que lo aún no ganado nos lo quitaran "de los fuciños".
Y llegó el día. Aquél sábado impuesto por (sí, el mismo) Angel Villar para que el Barcelona pudiera preparar la final de la Champions del miércoles siguiente en Atenas frente al Milán, recuerdo que me tomé un estratégico día libre para ver y notar el pulso de la ciudad, lo que pasaba, el ambiente, y reconozco que aquello no me gustó nada: demasiada euforia, demasiada fiesta antes de tiempo, demasiada hormigonera por la calle, demasiados gaiteiros tocando bajo tejado (dicen que eso da mala suerte). Y Manuel Fraga en el palco, que había visto diez días antes al Zaragoza ganar una Copa del Rey en el Calderón frente al Celta gracias a un penalty fallado por Alejo, y los Blues cantado "Bota de Oro, Alejo Bota de Oro, etc." con la música de Guantanamera...
Mal rollo, muy mal rollo me dió todo aquello, sobre todo la cara de los jugadores entrando en Riazor, no vi caras serias de concentración, vi caras de nervios, esa película ya la había visto en ascensos fallidos años antes y no me tranquilizó lo más mínimo. Y luego pasó lo que pasó: aquél penalty en el último minuto tan valientemente pitado por López Nieto. la indecisión de muchos jugadores sobre quién tirarlo o no, y al final el latigazo de un balón que vi posarse a cámara lenta en las manos del innombrable guardameta rival mientras me quedaba ronco de gritar un nó que nunca me salió tan del alma como entonces y espero que nunca me vuelva a pasar, ni a mí ni a nadie.
En fin, cosas que pasan, pero como dijo Teódulo el Cerillita, aquél que durante tantos años tuvo estatua en el Ferrol de Él Mismo, "no hay mal que por bien no venga", y después de aquella Noche Triste, aquella noche que duró un año, un mes, y trece días, salió el sol, y desde aquél día, todos los blanquiazules somos más felices con una réplica de plata de una Copa en las vitrinas del club, y cinco trofeos más de propina. Y que vengan muchos más. Amén.
4 comentarios:
Recuerdo perfectamente ese partido aunke solo tenía 8 años. Recuerdo el ambientazo en Riazor,los globos blancos y azules, la ilusión de la gente. Y recuerdo ke ese penalty fue el último ke vio mi abuelo, desde akellas siempre ke tiramos uno se da la vuelta y no lo kiere ver. Ya sea en casa,fuera,por la tele o en un amistoso, kiso ver akel y todos sabemos como terminó.
Pero de ese día me kedo con un momento ke aun me pone los pelos de punta. Volviendo del partido, el silencio de todo el mundo, y muy cerca de mi casa había un chaval (unos 20 años) llorando desconsolado tirado en un portal, mi abuelo se acercó, le puso la mano en el hombro y le dijo: “Tranquilo,ya verás como pronto tenemos otra oportunidad y ganamos la liga”
Akella profecía ke ni mi abuelo ni nadie de los ke llorabamos akel penalty creiamos ke iba a ser cierta, se cumplió y nos convirtió en el mejor ekipo de la liga. Dicen ke a veces es bueno ke te bajen a la tierra cuando crees tocar el cielo, akel día caimos al infierno, pero del impulso ke cojimos tenemos 6 titulos ke recordar y de los ke sentirnos orgullosos.
Qué buen comentario, sí señor, gracias tío :)
Copiar pegar eh princi.
Pois eu non penso que o acontecido despois curase a ferida. Aquela liga gañouna o Dépor e nola roubaron os maletíns e o noso propio medo. Eu estaría encantado con dúas ligas en troques dunha. Xa vemos que conseguilo é tarefa dificilísima e moi meritoria. E quedar empatado a puntos é...unha putada. Ademais, o modo en que ocorreu foi especialmente cruel. Probablemente, de ter gañado esa Liga, logo nos puidesemos quitar esa ansiedade e manexar o equipo dun xeito máis sostible, se é que iso é posible no fútbol. Pero non, a espiña cravada nos fixo ir a por todas, para ben sobre todo, todo sexa dito.
Eu fun co meu pai a ese partido. E tamén me sorprendeu o silencio. O silencia que gañaba sitio aos ánimos no estadio, co paso dos minutos. Moitos nervos e moito medo había en todos. Ata un campeón do mundo se contaxiou. Falta de templanza que tamén tivo Arsenio, conservador en exceso, e torpe sustituíndo a un fenómeno a balón parado como Donato. Unha falta de templanza que xa nos fixera perder a Liga antes: ante o Lleida, o Rayo...
Eu chorei aquel día. Recordo espertarme ao día seguinte e desexar que todo fose un pesadelo. Se cabe, se houbo algo bo en iso, foi que fixo afición. Porque as victorias unen, pero unha derrota inxusta e tan dorosa tamén crea un vínculo entre os que a viviron.
Por iso, FORZA DÉPOR SEMPRE!!
PD: non olvidamos: Djuckic, Mendieta, Hiddink, Camarasa, Giner (este presumía hai un ano de se vender), González... Os seus fillos merecían pais mellores.
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