Muy Buenas:
Escribo esto en plena navegación entre Casablanca y Agadir, en la costa de Marruecos. Hace niebla, sopla viento alisio (Nordeste), y navegamos de través frente a una mar tendida con olas de 1,5 a 2 metros. El barco se mueve bastante, es lo que tiene navegar perpendicular a las olas y a 100 millas de la costa, sin ver tierra por parte alguna. El barco es para ponerle un marco (y cabría dentro), con una piscina que más que piscina es la alberca en la que los cerdos se bañan en cualquier pueblo perdido de la España Profunda. En la tripulación los españoles brillan por su ausencia: salvo Estados Unidos, Guyana, Surinam y San Vicente y las Granadinas, tenemos tripulación de todas las naciones de América, con lo cual si nunca has estado en Sudamérica o has tratados con ellos, no les entiendes un pimiento (yo, algo).
La comida es digna de un hotel de los que salen en antena3 en Arena Mix o en Callejeros en cuatro, a ver si me entiendes. Es como cuando vas al mercadillo y te encuentras bolsos de Luis Butrón, camisetas de asidras, o relojes Rolex con dos erres, pero en plan gastronómico: uno no es que busque que le den faisán a las uvas mientras un cuarteto de cuerda toca la sonata en sol mayor nº1 de Bach, pero tu estómago es tuyo, y lo que te pide es al menos un poco de cariño…
La bebida… tampoco estamos en Vía Véneto, Barcelona, Spain, donde un GinFizz o un Martini bien servido te hacen levitar hasta el punto de subir a Montjuich sin ayuda del teleférico, pero… no sé en el vuestro, pero en mi pueblo al mojito NO SE LE ECHA HIERBABUENA.
Las excursiones, lo más potable del barco, quizás un poco caras pero acordes con lo que hay que ver: Cádiz son 12 kilómetros cuadrados, hermosísimos pero 12 al fin y al cabo, y Casablanca, aparte de la mezquita de Su Majestad Hassan II, de grato recuerdo entre los españoles, sobre todo su Santa Madre, pues no hay mucho más que ver aparte de una ciudad de 6 millones de habitantes, con un tráfico caótico, donde los semáforos no cuentan, las señales de stop son de lo más originales escritas en árabe, y donde media ciudad está levantada para meter el tranvía, como forma [fallida] de aliviar el problema del tráfico, y con el puerto más grande de Marruecos pero en tamaño, a medio camino entre Vigo y Las Palmas de Gran Canaria.
Pero lo peor y más sangrante del barco, es… ayyyy, el pasajeeeee…
Decía alguien en este país en los años 60 aquello de “cómo ha cambiado este país, ahora viaja cualquiera”, pero lo decía en el buen sentido de la palabra, sin tintes peyorativos.
Pero después de tres días de navegación, las palabras antes citadas no pueden ir, y bien que lo siento, en el peor sentido de la palabra: gente que se abalanza sobre las puertas de los restaurantes, y el mâitre cuando las abre de par en par, se aparta a toda prisa como cuando abren los toriles de la Cuesta de San Antonio en plenos Sanfermines; gente que no se lava antes de meterse en la alberca, digo, en la piscina; gente que te lleva las sillas de tu mesa sin preguntarte si están ocupadas o no; gente con la que vas de excursión, les dicen que no hagan fotos y/o no usen flash y te ciegan con una supernova del tamaño del sistema solar, etc., etc., etc.
Pero lo más surrealista de todo, y que define a la Tropa que navega en este falucho, es lo que acabo de ver: Ilustres Marinos de Secano Con Marcado Acento Cordobés pidiendo la hoja de reclamaciones porque el barco se mueve con las olas… Virgen Santa… hace no mucho, escuché en la radio a un directivo de agencia de viajes que le gente debería de ser o aparentar ser un poco menos Cateta a la hora de viajar, puesto que a él le habían llamado un domingo por la tarde en agosto preguntando por qué en una calle de Roma sólo se podía ir por una sola dirección.
¿Causas? ¿Porqués? ¿La culpa de todo la tiene Belén Esteban y/o Rubalcaba y la LOGSE? Vaya Usted a saber, pero, desde luego, hay que tener un poco más de cultura, ver menos la tele, embrutecerse menos babeando cómo se matan Madrid y Barcelona, y saber que en un barco, las normas son como las de un hotel, con la salvedad de que flota… y a veces hasta incluso, como le susurró galileo a su perro en el oído, “eppur si muove” [a veces] se mueve…
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