Pues sí. Ha ganado Obama. Increíble, pero cierto. La sociedad americana le ha dado un respaldo como a ningún otro candidato demócrata en toda su historia. Toma del frasco, Carrasco...
No salgo de mi asombro, y me como mis palabras, las que os mandé a algunos de vosotros ayer vía e-mail. Obama ha movilizado a la sociedad americana como nadie lo había hecho desde 1920, con un récord de votantes registrados (en USA hay que registrarse cada vez que hay una votación, sea del tipo que sea), y lo más importante: con su mensaje ha llenado de ilusión y esperanza a una sociedad hastiada y aburrida de un holgazán borrachín, como creo que Gore Vidal definió no hace mucho a George W. Bush.
Y como dijo aquél: “Bueno, ya somos felices ¿y ahora, qué hacemos?”. Las expectativas abiertas son enormes, su programa electoral es una océano de buenas intenciones, con un contenido social como no se veía desde Roosevelt en 1933 con su “New Deal” o Lyndon B. Johnson en 1963 con su “Big Society”. El problema es cubrir las expectativas abiertas, la ilusión generada a un país desmoronado no sólo anímica sino también económicamente, y no decepcionar a sus bases rápidamente o tratar de cómo hizo el matrimonio Clinton en 1993: intentar conseguir una serie de reformas sociales (seguridad social universal, etc.) de forma rápida y contundente, encontrándose algo que aquí en España sería impensable: la oposición de congresistas y senadores de su propio partido.
Otro aspecto que me ha parecido extraordinario, y que hace más grande una democracia, es el reconocimiento de la derrota de su oponente, John McCain. Un discurso brillante, emotivo, en el que no le ha dolido reconocer no sólo su derrota, sino también sus errores en la campaña electoral, que le han costado perder las elecciones. Ya me gustaría ver a alguno por aquí tener el valor personal de hacer tal cosa...
El reto es, pues, enorme, increíble, titánico. Esperemos que las palabras que oí el otro día a un granjero de Oklahoma no se cumplan. Decía: “que va a ganar Obama, seguro; de lo que tengo duda es lo que sucederá primero: si decepcionar a sus votantes o que algún chiflado le pegue un tiro”.
No salgo de mi asombro, y me como mis palabras, las que os mandé a algunos de vosotros ayer vía e-mail. Obama ha movilizado a la sociedad americana como nadie lo había hecho desde 1920, con un récord de votantes registrados (en USA hay que registrarse cada vez que hay una votación, sea del tipo que sea), y lo más importante: con su mensaje ha llenado de ilusión y esperanza a una sociedad hastiada y aburrida de un holgazán borrachín, como creo que Gore Vidal definió no hace mucho a George W. Bush.
Y como dijo aquél: “Bueno, ya somos felices ¿y ahora, qué hacemos?”. Las expectativas abiertas son enormes, su programa electoral es una océano de buenas intenciones, con un contenido social como no se veía desde Roosevelt en 1933 con su “New Deal” o Lyndon B. Johnson en 1963 con su “Big Society”. El problema es cubrir las expectativas abiertas, la ilusión generada a un país desmoronado no sólo anímica sino también económicamente, y no decepcionar a sus bases rápidamente o tratar de cómo hizo el matrimonio Clinton en 1993: intentar conseguir una serie de reformas sociales (seguridad social universal, etc.) de forma rápida y contundente, encontrándose algo que aquí en España sería impensable: la oposición de congresistas y senadores de su propio partido.
Otro aspecto que me ha parecido extraordinario, y que hace más grande una democracia, es el reconocimiento de la derrota de su oponente, John McCain. Un discurso brillante, emotivo, en el que no le ha dolido reconocer no sólo su derrota, sino también sus errores en la campaña electoral, que le han costado perder las elecciones. Ya me gustaría ver a alguno por aquí tener el valor personal de hacer tal cosa...
El reto es, pues, enorme, increíble, titánico. Esperemos que las palabras que oí el otro día a un granjero de Oklahoma no se cumplan. Decía: “que va a ganar Obama, seguro; de lo que tengo duda es lo que sucederá primero: si decepcionar a sus votantes o que algún chiflado le pegue un tiro”.
Ahora, si queréis otra visión del tema, no os perdáis ésta:
Aquí está la Victoria. Ahora viene lo crudo: cumplir lo prometido. Alea Jacta Est.
1 comentario:
I Believe It!
As palabras dese granxeiro de Oklahoma son propias do típico pesimismo galego. Pero non por iso menos sabias.
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