Pues no: yo, de lo de ayer no me quedo ni con el gol de Iniesta, ni con las patadas de los holandeses, que dejaron a Van Damme como una auténtica nenaza, ni siquiera con la celebración enloquecida de un país con ganas de celebrar algo ante el marasmo en el que estamos metidos. Yo me quedo con esto:
Frente a la tontería de cuatro descerebrados Hijos de la Gran Bretaña, al final no es sólo el triunfo de una voluntad, de un equipo, de un pueblo empujando detrás: es el triunfo del Amor con mayúsculas, frente a la estupidez, las habladurías y las envidias varias. Magnífica lección de un gran jugador, y para mí desde ayer, mejor persona, que antepone sus sentimientos al que dirán. Enhorabuena, parejita...
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